24.9.07

Sapo a Sapo

Si me contás que llueve me gusta, también. La trivialidad aporta como todo.

Hoy, puedo decirlo, es sábado, el primero del otoño en el norte del mundo. Está fresco, ayer llovió a cántaros, se cayeron algunas pocas hojas marchitas y la grúa se llevó mi coche. El otoño, la lluvia, la grúa. Escribo la grúa y veo que la poesía se va al carajo. Qué tiene de poético que te levantes y, como cuando un amigo se va, el coche dejó un espacio vacío, un recuerdo fluorescente que dice “el coche con matrícula tanto fue retirado por sarara sasa” y la billetera abierta de par en par. No tiene un pomo de poético, ni siquiera de sagaz, ni de encontré otro lugar común secreto. Pero eso es la vida real, la que nos estimula, a partir de la que somos (¿O es al revés? Es que nunca me acuerdo...). Y llueve, "garúa, sadness, until de sky start to cry".

Domingo. No puedo mas con esto. El día tiene todos los días 24 horas. No sé qué hacer ¿Y si los domingos tuvieran, digamos, 48 horas? se podría incluir el concepto lunes dentro del concepto domingo. La gente lo aceptaría gustosamente. Escribir una carta al respecto y enviársela a todos los presidentes. Si, Kirchner también, total es peronista ¿no? El martes podría tener 20 así el cine es mas barato 4 horas mas. El miércoles, propongo nos haga comer la semana de golpe. Que dure incluso hasta el jueves a las 6 de la tarde. Y ahí si, hasta el domingo fin de semana.

Lunes. Estoy catódico. El exceso de televisión me contaminó con sus rayos. Paso por los bares y cambio de canal ¿O tendré personalidad múltiple? Consultar al analista y a mi mamá. El otro día, muy convencido de ser Mario Pergolini, encaraba a la gente e impostando la voz le decía ¿Vos a quien preferís: a Perón o Videla? Al rato me reía como un boludo al estilo Ronnie Arias y después, cuando me desperté, Jesus Vazquez se apoderó de mi y empecé a abrir cajas diciéndo soy puto coma soy puto punto Buscar certezas en "La razón de mi vida".

Martes. ¿Debo casarme con E.? No, hasta que no me revele el resto de las letras de su nombre (Lo confieso, es de Woody Allen pero me gustaría que fuera mío)

Miércoles. Le tomé el gusto a esto de mandar cartas a presidentes. Me gustaría que se imponga el tango como música oficial de las 8 de la noche todos los días e incluir la franja horaria de las 7 a las 12 los domingos. Las radios y televisiones deberían emitir, por decreto, esta música instituida como oficial, a la hora señalada. Sujeto a cambios horarios estacionales. Por lo del gen argentino y la identidad y, sobre todo, el revisionismo histórico. Para sabar(sic) quienes somos y de paso, se la mando al resto del mundo para que nos conozcan, carajo. Analizar la idea de la foto de Perón en Venezuela. No creo que a Chavez le guste. Proponer la de Guido Alejandro Antonini Wilson, de 46 años de edad.

Jueves. La semana es cada vez mas larga. No sé que hacer mientras espero el domingo para ver a Racing por el codificado. Enviar carta a la Afa para que La Academia juegue con 2 equipos así lo veo dos veces por semana... O sigo también a Central, el Racing de Rosario?

Viernes. Por fin encontré el tabaco. Hace una semana que no fumo porque no sabía donde estaba el paquete de Marlboro. No pude salir a comprar mas porque la abstinencia me puso algo paranoico y creía que unos marcianos invadían nuestros estancos y se apoderaban de todo el tabaco del mundo. Y que me matarían, también. La experiencia fue provechosa: El orégano no pega ni hace nada, al perejil hay que dejarlo secar y la nuez moscada te deja tosiendo todo el día. Al té hay que sacarlo del saquito y el mate huele a campo. Darle una oportunidad al ajo, fumado es antibiótico. Subir las persianas, el canario está algo raro. Ha dejado su hermoso canto por un extraño gorgoreo tipo grop, grop y el gato no deja de darse cabezazos contra la pared.

Sábado: Preparé la cena para E. Pato a la naranja (el pato era en realidad un pollo que se hizo pasar por pato. Aguante Pollo, sos un mostro!!!) Creo que no le gustó. La verdad es que nunca nada de lo que cocino creo que le guste porque apenas termina de cenar va al baño ¿Mi comida le dará cagadera? ¿O será que uso mucha sal? Le preguntaré cuando deje el estado vegetativo. Así me la ponés muy difícil, negra.

Domingo. De lluvia, sin fútbol, until the sky start to cry, y vuelvo a empezar de cero, cada vez.

Si ya te digo, el día a día puede tener sus cositas. En fin (dijo, o mas bien, quiso decir el loro con su mirada torva)

22.9.07

El Gol

El mejor gol de mi carrera futbolística lo hice a los ocho años en el patio del colegio. Hoy me sorprendí levantando los brazos frente al espejo del baño para verme los sobacos, cosas que uno tiene, y me pensé festejando. Y el festejo es de la familia del fútbol, el hermano mas conocido. Ocho años. Ellos eran ocho, nosotros cinco. Ellos jugaban con dos buenos, dos regulares y cuatro que hacían mas bien bulto. Nosotros éramos tres que ni hacían bulto, uno con ganas y Yo, un muchacho voluntarioso con algo de definición. Un sábado de septiembre allá por Buenos Aires. Primavera.

La paré en el medio de la cancha, imaginate el patio del colegio con rayas de la medida reglamentaria de lo que hoy es una canchita de fútbol cinco. Levanté la cabeza, la empujé con la suela un metro y encaré. El primero, amago a mi izquierda, voy a la derecha y se queda de espaldas. El pecho se me infló. Apenas tuve tiempo de mirar, todavía con cierta carrera encima y, de frente, el mayor de ellos. Toque corto en diagonal hacia adelante y la derecha. Pelota a un metro y desde donde pareciera ser el destino final de la circunferencia viene el último, al que no había podido pasar en toda la mañana. Rubiecito, chiquito y con buena intención. Se tira al suelo y yo la toco para el lado que el va, la izquierda, pero mas lejos de donde puede llegar, lo paso, la acomodo con la parte derecha del botín derecho, la adelanto un metro y el arquero, Pascualino, el mejor del colegio, el arquero de la selección, no me sale. Además de ir jugando, gambeteando y viendo venir contrarios a sacarme la pelota, también, en un pequeño rincón del pensamiento, me imaginaba la definición. Me sale y se la pongo por abajo, a la derecha, suave y a colocar. Lo lógico que hubiera hecho un buen arquero, Pascualino en este caso, hubiera sido salir y cerrarme espacio para definir. Pero el hijo de puta con su cara de bonachón y una sonrisa me esperó clavado en el centro del arco, dos pasos delante de la línea. Adiós tocársela abajo y salir a festejar como si estuvieras en la Bombonera y las bandejas se vinieran abajo en avalancha gritando ese magnífico golazo. Entonces disminuí la velocidad, la dejé seguir un poco mas lejos, dí un paso rápido con el pie izquierdo y lo coloqué a la altura de la pelota. El resto fue suerte. La puse en el único lugar que entraba. Le pegué como no debía y calculo que entro porque él no salió. El arco del pie derecho impactó contra el balón y, además de darle fuerza, lo levantó a media altura y la ubicó justo contra el palo izquierdo de Pascualino. Terminé de pegarle y me quedé quieto. Este la ataja. Mirá lo que acabo de hacer, le tiré una macita. Y en eso, lo veo que se estira, que vuela. Le veo los guantes de arquero, uno de los pocos pibes con guantes. Y no porque el resto fuera pobre sino mas bien porque tener guantes significaba que jugabas de arquero, que eras bueno y que ibas a caer cual bendición en el puesto que nadie quería jugar. Los guantes nunca llegaron a tocar la pelota que rozó la cara interior del poste y se metió bien adentro. Y ahí me di vuelta y empecé a correr con los brazos abiertos como si fuera Graciani o Comitas. Acababa de hacer el mejor gol de mi vida y lo sabía. Pasé a tres y se la colé al mejor del colegio. Vi en la tribuna, un escalón a la altura de la pelvis, al padre de uno del equipo contrario felicitándome, abriendo los brazos, gritando el golazo que le habían hecho al equipo de su hijo y me sentí, o tal vez hoy me siento, el Pájaro Cannigia. Hasta Pascualino, el que le gustaba jugar al arco y lo hacía bien, con guantes y todo, le gustó el gol. Perdimos tres a dos y fui el héroe de la cancha.

Todavía algunas veces, desde mi vida alejada del fútbol y de casi cualquier cosa, repaso las formaciones del Olé de ascenso para ver si encuentro a Pascualino. Es algo que llevo conmigo desde que tenía dieciséis o diecisiete años, casi diez después de haberme consagrado para mi mismo como un fenómeno.

Con los años hice goles mas o menos buenos, me junté a jugar en cuanta canchita pude, le pegué de mil maneras, incluso como venía, sin dejarla tocar el piso, dejé arqueros por el suelo y hasta tiré rabonas en mano a mano. Nunca ningún otro gol le ganó a ese golazo de mis ocho años.

Por coincidencias climáticas, efectos hormonales y otoños soleados, hoy me acordé que el verano no, lo que me gusta realmente es la primavera. El aire a 20 grados, la brisa dando justo en la libertad, el sol fresco, las adolescentes floreciendo, las sensaciones desperezándose y yo pateando con la derecha al palo izquierdo, bien pegadito, cruzado, para que ni el mejor arquero llegue.

13.9.07

Machine Gun

Comienzo. Bienvenida con un video de Gonzalo Arribua, ese muchacho uruguayo con inquietudes artísticas varias.